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Atlas Farnesio, escultura en mármol conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. |
El Atlas Farnesio es una escultura en mármol de 2,1 metros de alto, cargando un globo de 65 centímetros de diámetro. Cabeza, brazos y piernas corresponden a una restauración realizada en el siglo XVIII. Representa al titán Atlas condenado por Zeus a soportar el peso del cielo, que carga sobre sus espaldas, apoyando la rodilla derecha sobre el pico de una montaña.
El globo muestra en superficie una serie de bajorrelieves con cuarenta y una o cuarenta y dos constelaciones de las cuarenta y ocho que distinguía en el siglo II de nuestra era Claudio Ptolomeo en el Almagesto.
<< Sin embargo, a mí se me desgarra el corazón por el valeroso Odiseo, el desventurado, que todavía lejos de los suyos sufre pesares en una isla batida por las olas, allí donde está el ombligo del mar, isla boscosa donde tiene su morada una diosa, la hija del temerario Atlante, quien conoce los abismos del mar todo y que aguanta él solo las enormes columnas que mantienen a distancia la tierra y el cielo.
Su hija retiene al infeliz, que se lamenta, y una y otra vez lo embelesa con suaves y taimadas palabras para que se olvide de Ítaca. Por su parte, Odiseo, que anhela incluso el ver el humo que se levanta de su tierra, siente deseos de morir. >>
—Si me hago cargo de tu trabajo durante una hora, ¿querrías recoger para mí tres manzanas del árbol de tus hijas?
—Claro —dijo Atlas—, si tú matas antes al dragón que nunca duerme.
Heracles apuntó con su arco por encima del muro del jardín y mató al dragón. Luego, se puso de pie detrás de Atlas y, separando las piernas, se colocó todo el peso de la bóveda celeste sobre la cabeza y los hombros. Atlas trepó por el muro, saludó a sus hijas, robó las manzanas y le gritó a Heracles:
—Hazme el favor de quedarte aquí un poco más, mientras le llevo estas tres manzanas a Euristeo. con mis enormes piernas, estaré de vuelta dentro de una hora.
Heracles, que sabía que Atlas nunca entregaría las manzanas a Euristeo y que su idea era la de rescatar a los demás titanes para empezar una nueva rebelión, simuló que le creía.
—Encantado —contestó—, pero antes sosténme un momento el peso, mientras doblo esta piel de león y me hago un cojín para la cabeza.
Atlas dejó las manzanas en el suelo e hizo lo que le pedía Heracles. Éste entonces recogió las manzanas y, antes de irse, le dijo:
—Has intentado engañarme —le comentó, riéndose—, pero yo te he engañado a ti. ¡Adiós! >>
Su hija retiene al infeliz, que se lamenta, y una y otra vez lo embelesa con suaves y taimadas palabras para que se olvide de Ítaca. Por su parte, Odiseo, que anhela incluso el ver el humo que se levanta de su tierra, siente deseos de morir. >>
Homero, Odisea (I, 52)
<< Tras una fiesta de despedida, Heracles partió por mar hacia Marruecos y, al llegar a Tánger, caminó tierra adentro hasta el lugar donde Atlas, el titán rebelde, sostenía la bóveda celeste. Heracles le preguntó:
—Si me hago cargo de tu trabajo durante una hora, ¿querrías recoger para mí tres manzanas del árbol de tus hijas?
—Claro —dijo Atlas—, si tú matas antes al dragón que nunca duerme.
Heracles apuntó con su arco por encima del muro del jardín y mató al dragón. Luego, se puso de pie detrás de Atlas y, separando las piernas, se colocó todo el peso de la bóveda celeste sobre la cabeza y los hombros. Atlas trepó por el muro, saludó a sus hijas, robó las manzanas y le gritó a Heracles:
—Hazme el favor de quedarte aquí un poco más, mientras le llevo estas tres manzanas a Euristeo. con mis enormes piernas, estaré de vuelta dentro de una hora.
Heracles, que sabía que Atlas nunca entregaría las manzanas a Euristeo y que su idea era la de rescatar a los demás titanes para empezar una nueva rebelión, simuló que le creía.
—Encantado —contestó—, pero antes sosténme un momento el peso, mientras doblo esta piel de león y me hago un cojín para la cabeza.
Atlas dejó las manzanas en el suelo e hizo lo que le pedía Heracles. Éste entonces recogió las manzanas y, antes de irse, le dijo:
—Has intentado engañarme —le comentó, riéndose—, pero yo te he engañado a ti. ¡Adiós! >>
Robert Graves, Dioses y héroes de la Antigua Grecia.